martes, 28 de junio de 2011

No sabes lo que has hecho.

'Puede que vuelva a caer en tu trampa, porque nunca aprendo y siempre caigo'. Eso dije la última vez y no me equivocaba, de hecho, ya ves, aquí estoy quitándome el polvo de mi última caída. Sí, exacto. De mi última caída, pero también de LA última caída. Porque no pienso enredarme otra vez en tu telaraña. No, ya no.
¿Quieres jugar? Está bien, juguemos.
Pero esta vez vamos a jugar sin la gran ventaja que tenías en las últimas partidas: saber que al final de la partida, ganaras o perdieras, tarde o temprano, iba a volver a por ti, a empezar una nueva partida en la que al final siempre iba a volver, otra vez; y eso tú lo sabías.
Pero, ¿qué se siente ahora que sabes que esa ventaja no la vas a tener nunca más? Porque, ¿sabes? Soy como uno de esos anuncios de las paredes en los que hay un número limitado de papelitos para coger y cuando se gastan, has perdido tu oportunidad. Y pensarás: ¿Cómo he llegado a tener el papelito en la mano y no he conseguido llamar al número?
Pues ahora te has quedado sin papelito y sin número. Se acabó. Y si tengo que jugar sucio, ten por seguro que lo haré. Porque al fin y al cabo, es la última partida, ¿no?